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Me emociona comer ensalada de manzana :D

  • Foto del escritor: drajuliazamora
    drajuliazamora
  • 2 ene
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 24 feb


Trayendo a colación el artículo pasado sobre emociones, ¿te has preguntado por qué nos emociona comer ciertos alimentos? Parece que solo brincamos a la comida y no nos detenemos a reflexionar por qué escojo lo que escojo y cómo es que a veces somos tan específicos para elegir, por ejemplo, la ensalada de manzana (que además lleva todo un proceso de preparación, no es como agarrar literal cualquier cosa de la cocina). 

Nos excusamos bajo las consignas “es que tengo hambre”, “solo es un antojo”, “así me pasa cuando estoy de nervios” pero no siempre nos detenemos 5 segundos a analizar de dónde vino esto. Hablemos un poquito de “comer por emoción”, ¿te suena? 


La relación entre las emociones y la conducta alimentaria es bidireccional, una afecta a la otra invariablemente de aquí para allá y de allá para acá; esto también se ve afectado por el contexto de tu vida (las reglas de casa, tu crianza, lo que normalmente se consume, lo prohibido, etc.) y, claro, por tu propio organismo. Recuerda que no naciste de 30 años, desde la infancia tuviste encuentros cercanos del tercer tipo con alimentos específicos que se guardaron en tu memoria y esas experiencias tempranas podrían guiarte a por qué fue la ensalada de manzana y no la gelatina. 


Escogemos comida que nos “dé energía”, o sea “reconfortante” (esto lo saben las aplicaciones de comida, ¿a poco no te has dado cuenta de la categoría de comida reconfortante en cierta aplicación de comida?, te presenta comida con alto contenido calórico… algo saben). Las emociones negativas, que ya veremos que no es que sean malas, pueden llevarte a ingerir alimentos de este tipo, “reconfortantes” que básicamente son los que tienen alto contenido en azúcar y grasa. ¿Y eso qué? Bueno, aquí es donde aparece la neurobiología 🙂El enfrentamiento de las emociones negativas, a través de la comida, se realiza con alimentos que, se ha evidenciado, actúan sobre el sistema de recompensa neurobiológico provocando placer frente a la emoción negativa y que afectan la síntesis de neurotransmisores, entre los que se destaca la serotonina.



Cuando comemos por emoción realmente no lo hacemos porque tenemos hambre, no está el instinto natural de alimentarnos sino más bien la impulsividad por querer dejar de sentir o empezar a sentir algo en particular, si te pido que traigas a tu memoria la última vez que te sentiste triste e intentes recordar si fuiste por algo de comer… ¿qué escogiste? El estrés retrasa la absorción de la glucosa y el tránsito intestinal entonces se activan una serie de señales que le piden a tu cerebro que haga la orden de tacos al pastor porque no tenemos comida (glucosa= energía). Si a esto le agregamos que luego nos andamos restringiendo en la dieta pues has de cuenta que tu cuerpo piensa que no vaya a ser que la próxima vez pasemos una hambruna similar y… ¡a comer todo lo que se me ponga enfrente se ha dicho!


Ampliamente recomendado que eches un clavado a tu mente ;)



Referencias:

  • Palomino-Pérez, A. M. (2020). Rol de la emoción en la conducta alimentaria. Revista chilena de nutrición, 47(2), 286-291.

  • Peña Fernández, E., & Reidl Martínez, L. M. (2015). Las emociones y la conducta alimentaria. Acta de investigación psicológica, 5(3), 2182-2193.

  • Garcia, J. L., Amparo, L., Maura, P. R., & Juarez, L. M. (2021). Comida y Emociones.

 
 
 

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